jueves, febrero 09, 2006



Los pumas cuelgan mutilados en señal de aviso, los armadillos ni se inmutan con tu presencia...



El auto a duras penas, entre pedruscos cruzó el arroyo que tenía más preocupado a Alejandro y al rato empezamos a adivinar los álamos que protegen La María.

Entre ese terreno árido y convulso, el verdor y la exhuberancia vegetal de La Estancia prometían momentos importantes... quien vive en tal sitio no es alguien cualquiera...a fe que no, se lo aseguro.




Nos hicieron pasar a la cocina, Pepa nos saludó cortésmente mientras Fernando que andaba tomando mate entró en escena para saludar.

Preguntó “y ustedes de donde son”...acto seguido Pepa esgrimió su origen levantino y como no... salió a relucir la paella...

Por que será que este plato levanta siempre tanta controversia “que si la que hacía el tío no se quien...eso sí que eran paellas”, “que querés decir” dijo Pepa...la mía es la mejoor...
A miles de kilómetros de casa el debate del arroz se mueve por los mismos derroteros.

Al rato oímos llegar otro auto, era el hijo de Pepa y Fernando...Fernandito...

Llegó con la mujer los niños y dos turistas, Glauco y Enrica matrimonio Italiano (en el Municipal nos habían comentado que nos andaban buscando pero no hubo manera de coincidir)

Nos instalamos y Pepa nos acompañó para mostrarnos su huerto, con invernadero incluido...El agua la canalizaban con una tubería de ¡¡¡tres kilómetros!!! proveniente de un manantial elevado en una de las quebradas. Comentaba Fernando que a pesar de lo que pudiera parecer esa era zona con abundante agua.

Las cosas van despacio en Patagonia, primero tocaba comer algo, tomar un café y luego salir a caminar hacia las quebradas...

La comida estuvo ambientada por un abigarrado (por lo mucho que hablan) concierto a dos voces entre Pepa y Fernando...los italianos, ante la velocidad del diálogo no se enteraban de nada, yo trataba de traducirles en inglés mientras Fernando iba soltando bromitas acá y allá...si una cosa se agradece es ver a la gente tal cual es y les aseguro que en La María no se cortaban para nada.
En más de una ocasión Fernando me tomó el pelo descaradamente, suerte que mi ego ya está algo curtido...decir al final el hombre acabó medio excusándose por ser tan...echao p’alante.

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